Valeria Villa

Lucrando con el dolor

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
Por:

La industria de la felicidad y la autoestima sigue aprovechándose de personas vulnerables, que buscan sanar heridas emocionales a cualquier costo, siendo poco selectivas y sin siquiera investigar quiénes son los que les ofrecen curarse de todos los dolores físicos y emocionales en un retiro de tres días.

Esta semana, un hashtag se hizo visible en las redes: #RicardoPonceAbusador, haciendo referencia a la denuncia de la youtuber Maire Wink, sobre abusos sexuales cometidos por Ponce durante los retiros que este hombre organizaba en Bacalar. Ricardo operaba ligando mujeres en redes sociales, para invitarlas después a sus retiros como asistentes VIP, lo que significaba que habían sido elegidas para que él tuviera sexo con ellas. Ponce grababa todas esas relaciones sexuales, seguramente para protegerse de una demanda por violación, cometiendo un delito sancionado por la Ley Olimpia. Son ya decenas de testimonios de mujeres que fueron víctimas de este charlatán, que relatan historias similares de cómo fueron seducidas. Les creo a las víctimas, aunque eso no excluya la reflexión que las mujeres podríamos hacer sobre qué cosas encontramos seductoras en un hombre. Los líderes más monstruosos de sectas son hombres y las víctimas sexuales casi siempre mujeres.

Si nos informáramos mejor y fuéramos menos vulnerables al marketing, sabríamos muy rápido que Ponce es un impostor y un perverso. Que conceptos como autosanación ponen en peligro a personas gravemente enfermas, con la promesa de que todos podemos curarnos si así lo queremos, de enfermedades crónicas, incurables y terminales. Todas estas corrientes de “sanación” afirman algo estúpido: el afuera y el adentro son la misma cosa y por tanto, tenemos el poder de cambiar todo lo que está afuera de nosotros y somos responsables de todo lo que nos pasa, ignorando el contexto sociocultural, la historia personal, el sistema familiar en el que crecimos y muchas otras fuerzas que no son producto de la mente. Esta creencia ha vendido millones de libros, talleres y ha reclutado a gente en sectas perversas, como la de Ricardo Ponce.

Los coaches de vida y “sanadores” no hacen psicología y mucho menos psicoterapia. Toman algunas técnicas psicológicas para hacer cocteles monstruosos y así vender salud mental a gente de-sesperada, que busca respuestas rápidas y mágicas. La psicoterapia y la psiquiatría siguen siendo las únicas dos vertientes con probada eficacia para aliviar el dolor psíquico. Las catarsis inducidas por diferentes caminos, para que la gente llore enloquecida y “se libere”, no tienen ninguna utilidad curativa. Se parecen más a psicosis colectivas las que se observan durante una constelación familiar, en los retiros del cuarto camino o en cualquier taller que prometa la cura de síntomas de larga historia y no sencilla remisión. La perversión puede estar en el fondo de estas propuestas, que lucran económicamente con el sufrimiento humano. El coaching debería limitarse al terreno laboral, al desarrollo de habilidades profesionales. Si alguien quiere trabajar con personas que tienen sufrimiento emocional, necesita estudiar durante muchos años psicología y psicoterapia, estar en terapia, tener un supervisor de caso, lineamientos claros sobre su forma de trabajar, transparencia sobre su método. Lo más difícil de hacer es ir a terapia, porque requiere de constancia, paciencia y una aceptación humilde de que no todo tiene remedio, de que es imposible alcanzar la gestión absoluta de los pensamientos y los sentimientos, pero quizá podemos acercarnos a estar casi contentos, casi en paz, casi mejor. Nunca maravillosa y exultantemente bien. La oferta mágica de transformación personal siempre es antiética y peligrosa.