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Pequeño libro rojo

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Hace unos días encontré mi ejemplar del Pequeño libro rojo, cuyo título oficial es Citas del Presidente Mao Tse-Tung. El librito está forrado con un resistente plástico rojo y está impreso en un papel de buena calidad que, todavía hoy, más de medio siglo después de haber salido de la imprenta, se conserva en perfectas condiciones. En la segunda página se halla una foto de Mao en color sepia y protegida por una cubierta de papel cebolla.

La primera edición del libro fue de 1964 y se supone que, desde entonces, se han manufacturado alrededor de 900 millones de ejemplares. Durante la Revolución cultural llegaban a Occidente las imágenes escalofriantes de las masas chinas desfilando con un ejemplar del libro en la mano. Las multitudes lo empuñaban como si fuera una antorcha, aunque si uno lee el libro con atención, podrá percatarse que nada de lo que se dice ahí justificaba ese fanatismo. No obstante, para millones de chinos de aquellos años el Pequeño libro rojo resumía toda la verdad o, por lo menos, toda la verdad que había que saber para ser un buen comunista. Las multitudes lo leían en voz alta en asambleas, lo memorizaban con fervor, lo recitaban como si fuera un mantra. China vivió, en aquellos años turbulentos, un frenesí de dogmatismo.  

 Hoy en día nadie lee en China El pequeño libro rojo. No sé cuántos millones de ejemplares todavía existan desperdigados por todos los rincones del planeta. Yo tengo el mío y lo volví a ojear en estos días movido no por la nostalgia —jamás simpaticé con el comunismo— sino por la curiosidad.   

 El libro está compuesto por 427 citas de Mao extraídas de sus discursos, artículos y estudios teóricos. Como las citas están fuera de su contexto discursivo y argumentativo, no siempre se entienden claramente por sí solas. Quien quiera conocer más a fondo el pensamiento de Mao deberá acudir a los cinco volúmenes de las Obras escogidas de Mao Tse-Tung en las que se incluyen sus principales escritos entre 1926 y 1957.  

 Las citas están organizadas en capítulos temáticos. Algunas de las citas son consejos muy sencillos, casi de sentido común, otras, en cambio, son afirmaciones de naturaleza teórica que son las que más padecen por estar fuera de su contexto. Entre estas últimas, las más interesantes son las que tienen que ver con el tema de la contradicción; concepto central del marxismo leninismo que fue reelaborado por Mao de una manera original en algunos de sus ensayos, pero sobre todo en “Sobre la contradicción”, de 1937, y “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo”, de 1957. Me parece que el tratamiento que hace Mao de las contradicciones puede ayudarnos a entender mejor los fenómenos de la polarización y del antagonismo dentro de los regímenes populistas contemporáneos. Si en esos escritos Mao se muestra con un teórico sutil, en otros fragmentos del Pequeño libro rojo, Mao adopta otras facetas; a veces, la de un moralista dentro de la tradición sapiencial china, otras veces, la de un experimentado estratega revolucionario, pero también las de un simple agitador y un vulgar demagogo.  

Leer El pequeño libro rojo es como asomarse a un mundo que no tiene nada que ver con el nuestro, ni siquiera con la realidad actual de la propia China. Sería anacrónico, incluso absurdo, buscar en sus páginas respuestas a las preguntas de la actualidad. Sin embargo, dentro de sus páginas encontramos una manera de entender la política, la sociedad e incluso la vida humana que, por ser tan diferente de la nuestra, nos puede servir, por medio de un contraste brutal, para reflexionar sobre nuestra situación y sobre los problemas que enfrentamos.  

La enorme mayoría de los jóvenes de las naciones occidentales crecieron con una idea muy limitada de lo que es la política, la sociedad y la existencia humana; una idea hegemónica durante décadas, a saber, la democracia liberal. El surgimiento del populismo ha puesto en jaque a esa ideología. La falta de respuestas, incluso la sensación de desesperación por no encontrarlas, son, en alguna medida, resultado de la pobreza de la imaginación política, social y existencial que se padece en nuestros países desde hace décadas. Para ensanchar la imaginación conviene conocer lo radicalmente diferente.