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El Salvador, “paz sin justicia”

POLITICAL TRIAGE

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En una entrevista con BBC Mundo en torno a su nuevo libro, el periodista salvadoreño Oscar Martínez arrojó esta inquietante pregunta “¿Te gusta la paz sin justicia?” al referirse a la actuación del actual presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Martínez, un creyente en la democracia, señala que la eficiencia del sistema de mano dura del mandatario es altamente cuestionable desde la perspectiva de los Derechos Humanos y pone en duda el alto costo de la paz alcanzada. Sin embargo, la baja en el número de homicidios desde la promulgación del régimen de excepción es real y el apoyo a Bukele es palpable. ¿El fin justifica los medios?

Hace unos días, Bukele inauguró la cárcel más grande de América, planeada para dedicarse al castigo al terrorismo. El presidente materializa así su guerra contra las pandillas y las organizaciones criminales que de ellas se desprenden y que tienen presencia en varios países. Con una estrategia mediática agresiva y, en ocasiones, descarada, Bukele ha hecho gala de su mano dura en contra de los detenidos, mostrando sin miramiento los tratos degradatorios e inhumanos que promueve dentro de los centros penitenciarios. Muchas de estas medidas van en contra de los Derechos Humanos, como las torturas, humillaciones, incomunicación, detenciones sin orden judicial o pruebas suficientes, pero a la gente le han encantado. Los salvadoreños parecen dispuestos a sacrificar su libertad y democracia con tal de encontrar la paz.

El Salvador tiene una de las poblaciones carcelarias más altas del mundo. Con Bukele este número va en aumento y se multiplican los casos de abusos policiales. Cuando el autoritarismo es la regla, la arbitrariedad toma las calles. Como dice Martínez, uno no puede “desayunar demócrata y cenar tirano”. La justicia no es un concepto acomodaticio y, aunque sea necesario plantear una defensa del pueblo contra las pandillas, el camino no puede cimentarse destrozando los derechos de las personas. Este tipo de paz no es duradera y termina con la bota militar sobre la libertad del pueblo.

Los países tocados por la ola de violencia que desatan estas organizaciones criminales están apostando porque la paz les llegue mientras las injusticias les queden lejos. Si Bukele puede lidiar con el problema en casa y esto provoca un descenso en la violencia, que viole o lo tenga que violar. Así se justifica el apoyo que el presidente tiene y que lo catapultará seguramente a una reelección. Sin embargo, el que combate al crimen rompiendo la ley se convierte en criminal. La apuesta del pueblo salvadoreño es muy arriesgada. Sabemos en Latinoamérica lo peligroso que puede ser el poder absoluto de un tirano. Los límites de la justicia deben prevalecer, aun en los peores casos.