a

La doctrina Nebenzia

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En Los muchachos de zinc (2016), brillante libro de la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura, se narra la contrariedad de los soldados soviéticos, durante la guerra de Afganistán, cuando debían escuchar los discursos de los políticos. En medio de montañas de muertos, que se amontonaban a orillas de caminos martillados por los tanques, tenían que oír al comisario llegado de Moscú que les decía: “Kabul es la ciudad de la paz”, el “comunismo es un futuro de luz”, “el partido y el pueblo están unidos…”.

Luego de la arenga insufrible, los soldados se ocultaban en las ruinas de los edificios bombardeados a escuchar al trovador Vladimir Visotski. Con su voz ronca, el cantante les hablaba del verdadero infierno que vivirían a la mañana siguiente en Kabul: “¿Por qué matamos?, ¿por qué nos matan? Afganistán, tú eres nuestro mundo. Ya he comenzado a olvidar tu rostro”.

La reconfiguración imperial que tiene lugar en Rusia en las últimas décadas, como ha estudiado Jean Meyer, es muy diferente a la zarista del siglo XIX y la soviética del siglo XX. Pero esta última, la tercera edad de la historia imperial de Rusia, tiene la peculiaridad de que, por ser todavía muy reciente, es liderada por sujetos políticos moldeados en la era soviética. El presidente Vladimir Putin y algunos de sus principales voceros internacionales, como el canciller Serguei Lavrov o el representante ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia, nacieron entre los años 50 y 60 del siglo XX, por lo que se formaron políticamente en las últimas décadas de la URSS.

Graduado del Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú en 1983 e hijo de un alto funcionario del periodo estalinista y brezhneviano, Nebenzia ha sido por muchos años Vicecanciller y representante ante la ONU y su Consejo de Seguridad. Desde el inicio de esta crisis, el diplomático ha sostenido impasible el mismo relato: la invasión de Ucrania no es una invasión, ni una ocupación, ni siquiera un acto de guerra, es una “operación militar especial” dirigida a producir la “desmilitarización” y la “desnazificación” de un gobierno “genocida”, que desconoce y hostiliza las repúblicas separatistas rusas de Donetsk y Lugansk.

El eje de lo que podríamos llamar la “doctrina Nebenzia” es que la represión militar de un grupo de connacionales separatistas, en otro país, debe entenderse como un acto de guerra. Invadir ese país sería legítimo en tanto gesto de protección de vidas e intereses de ciudadanos rusos. Una vez que se produce un acto hostil contra ellos, esa nación, Ucrania en este caso, deja de ser soberana e independiente.

La idea, que tiene claros antecedentes en los imperialismos atlánticos, sobre todo en la región centroamericana y caribeña, adquiere con esta escalada una peligrosa naturalización. Y como en los tiempos de la guerra de Afganistán, esa violación del derecho internacional y la Carta de la ONU se reviste de una inflada retórica pacifista y multilateral.