Arturo Damm Arnal

De las drogas (4/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Prohibir las drogas, con la intención de que no nos hagamos daño, es propio del gobierno ángel de la guarda, que pretende preservarnos de todos los males, incluidos los que podemos hacernos a nosotros mismos, gobierno convertido en ángel de la guarda que viola el derecho a la libertad individual para decidir qué consumimos, libertad que debe respetarse, también en los casos en los que se usa de mala manera, al decidir consumir drogas, conducta éticamente cuestionable (atenta contra la dignidad, la salud y la vida), pero no delictiva por su propia naturaleza (no viola derechos de terceros), por lo cual no debe prohibirse y castigarse.

Sin embargo, se prohíbe y castiga con resultados pésimos y contraproducentes. Pésimos: no se logra el objetivo, acabar con la drogadicción. Contraproducentes: se ocasionan problemas más graves, las actividades, estas sí delictivas por su propia naturaleza, (secuestros, torturas, extorsiones, asesinatos etc.), de los narcotraficantes.

¿Es justa la prohibición de todo lo relacionado con las drogas, desde su producción hasta su consumo? Si por justicia entendemos el respeto a los derechos de los demás (lo que llamo la práctica de la justicia), no, la prohibición no es justa porque se prohíben conductas que no deberían prohibirse, violándose el derecho a la libertad individual para que cada quien decida, asumiendo el riesgo y la responsabilidad, drogarse o no, decisión que, prohibición o no, dada la disponibilidad de las drogas (si hay demanda hay oferta), cada uno toma.

¿Es eficaz la prohibición de todo lo relacionado con las drogas, desde producción hasta consumo? Si por eficacia entendemos que se logra el objetivo y que no se ocasionan problemas más graves de los que se pretendía solucionar, no, la prohibición no es eficaz, porque no acaba con la drogadicción (y no se acabará utilizando prohibiciones porque vicio mata prohibición y si hay demanda hay oferta), pudiendo incrementarla, ocasionando además la conducta criminal de los narcotraficantes, que no consiste en la producción, distribución, oferta y venta de drogas (actividades económicas), sino en los secuestros, torturas, extorsiones, asesinatos, algo que se repite cada vez que a los oferentes de algún producto se les prohíbe competir en mercados legales (dejan de competir en dichos mercados para hacerse la guerra en los ilegales), hecho cuyas causas no tengo espacio para explicar ahora.

No basta con prohibir la producción, distribución, oferta y venta de drogas para que esas actividades desaparezcan. Al contrario, pueden multiplicarse porque la prohibición aumenta el costo de realizarlas, porque ahora hay un riesgo adicional: el de realizar una actividad ilegal. ¿Cómo compensarlo? Aumentando el precio, mayor precio al cual, dado que se trata de sustancias que crean vicio, por lo que el vicioso necesita consumirlas, seguirá habiendo demanda (la elasticidad precio de la demanda de drogas es baja), sin olvidar que el mayor precio, que permite mayores ganancias, motiva a los narcotraficantes a promover más agresivamente su producto entre los drogadictos potenciales.

La prohibición crea las condiciones para que se multiplique la oferta y demanda de drogas, porque, para empezar, vicio mata prohibición y si hay demanda hay oferta.

Continuará.