Prosperidad compartida

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Sheinbaum habla de prosperidad compartida, que se logra de forma económicamente eficaz y éticamente justa por medio del mercado, que es la relación de intercambio entre compradores y vendedores, cuyo resultado es un bien común: bien porque ambas partes GANAN; común porque AMBAS partes ganan. Cada una valora más lo que recibe que lo que da a cambio. Si no fuera así no habría mercado.

El mercado, que parte de la división del trabajo (A produce solamente pan y B produce únicamente vino, por lo que A, para no padecer sed, entrega pan a cambio de vino, y por lo que B, para no sufrir hambre, cede vino a cambio de pan), es económicamente eficaz, porque se eleva el bienestar de todos los involucrados (el bienestar de A es mayor con pan y vino que con sólo pan, y el de B es mayor con vino y pan que con sólo vino), y también es éticamente justo, porque se respeta el derecho de propiedad privada (A no le quita, por la fuerza o con engaños, su vino a B, sino que le pregunta cuánto pan quiere a cambio de su vino, de la misma manera que B no le quita, con engaños o por la fuerza, su pan a A, sino que le pregunta cuánto vino quiere a cambio de su pan, lo que resulta en la participación voluntaria de ambos, cuyo resultado es el bien común mencionado en el párrafo anterior).

El mercado, el intercambio entre compradores y vendedores, es económicamente eficaz, porque eleva el bienestar de todos los involucrados (el fin de la economía es el mayor bienestar posible del mayor número de consumidores posible), y también es éticamente justo, porque respeta el derecho de propiedad privada de todos los participantes (el fin de la justicia es el respeto de los derechos de todos).

El mercado es la conducta humana, y el marco institucional que reconoce plenamente, define puntualmente y garantiza jurídicamente los derechos de los participantes, que logra, de forma económicamente eficaz y éticamente justa, prosperidad compartida, sobre todo si por prosperidad entendemos cualquiera de estos sinónimos: bonanza, auge, bienestar, y por compartida cualquiera de estos otros: repartida, distribuida, dividida, pero, ¡y este el punto importante!, no de manera unidireccional (con el gobierno quitándole pan a A para dárselo a B, por lo que B gana, pero A pierde, o (ojo: o no y), quitándole vino a B para dárselo a A, por lo que A gana, pero B pierde, redistribución gubernamental de satisfactores que es económicamente ineficaz, porque uno gana pero otro pierde, y éticamente injusta, porque el gobierno viola el derecho de propiedad privada), sino bidireccional (con A y B intercambiando voluntariamente pan por vino y vino por pan, lo cual resulta económicamente eficaz y éticamente justo).

La prosperidad compartida debe ser el resultado del mercado, del intercambio entre compradores y vendedores, de la distribución voluntaria del ingreso, cuyo resultado es un bien común o, dicho de otra manera, una prosperidad compartida. No debe ser el resultado de la redistribución gubernamental del ingreso, que no es otra cosa más que expoliación legal: expoliación, porque el gobierno le quita a unos, lo que es de ellos, para darle a otros, lo que no es de ellos; legal porque se hace con leyes de por medio, leyes injustas, propias del Estado de chueco, antítesis del Estado de Derecho que es Estado de Justicia.

¿Cómo entiende Sheinbaum la prosperidad compartida?