Secretaría de Economía (2/2)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El fin de la economía es el bienestar de los consumidores, no la rentabilidad de las empresas, que se justifica si los empresarios generan sus utilidades en mercados lo más competidos posible, para lo cual se requiere que el gobierno permita que todo aquel, nacional o extranjero, que quiera producir, con capital nacional o extranjero, u ofrecer bienes y servicios, nacionales o importados, pueda hacerlo.

Si se tiene, como en México, una Secretaría de Economía, que en una verdadera economía de mercado no tendría lugar (y si lo tiene es porque le economía mexicana no es una verdadera economía de mercado, mucho menos en el sentido institucional del término), su misión debe ser el bienestar de los consumidores, para lo cual se requiere de la mayor competencia posible, permitiendo las importaciones (libre comercio), y no la rentabilidad de las empresas, para lo cual se requiere de la menor competencia posible, prohibiendo las importaciones (proteccionismo). Va de nuevo: el fin de la economía no debe ser la rentabilidad de las empresas sino el bienestar de los consumidores.

Lo anterior viene a cuento porque Marcelo Ebrard, próximo secretario de economía, en una de sus primeras declaraciones dijo que, como tal, como secretario de economía, defenderá a las empresas mexicanas. Defenderlas, ¿de qué? La respuesta lógica es: de la delincuencia, defensa que no le corresponde a la SE. Entonces, defenderlas ¿de qué? Una posible respuesta es: de la competencia, y no de la competencia entre empresas mexicanas, lo cual implicaría prohibirle a las empresas mexicanas más competitivas operar, en beneficio de las menos competitivas que ya no enfrentarían esa competencia, lo cual sería un abuso enorme, sino de la competencia que traen consigo las importaciones, lo cual también sería una gran arbitrariedad, de entrada, en contra del bienestar de los consumidores nacionales, y también en contra del derecho a la libertad individual de los empresarios extranjeros para ofrecer sus productos en México, derecho a la libertad individual que es un derecho humano, y por lo tanto de todos los empresarios, nacionales y extranjeros, no solo de los mexicanos.

La ventaja de las importaciones es doble. En primer lugar aumentan la oferta de bienes, en beneficio de los consumidores, y en segundo sujetan a las empresas mexicanas a la competencia, obligándolas a volverse más competitivas, capaces de ofrecer lo que producen a menor precio y/o con mayor calidad y/o con mejor servicio, nuevamente a favor de los consumidores. Limitarlas o prohibirlas es ir en contra del bienestar de las personas que es el fin de la economía. Es antieconómico.

La primera amenaza para ese bienestar la encontramos en el párrafo 8 del artículo 25 constitucional, en el cual se lee que: “La ley alentará y protegerá la actividad económica de los particulares…”. ¿De qué, además de la delincuencia, puede la ley proteger la actividad económica de los particulares? De la competencia, y no de otras empresas nacionales, sino extranjeras, lo cual supondría limitar o prohibir importaciones, lo cual es económicamente ineficaz (reduce el bienestar de los consumidores), y éticamente injusto (viola derechos de consumidores nacionales y empresarios extranjeros), dos razones más que suficientes para evitarlo.