Farol de la calle Assange, oscuridad de su casa

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Leonardo Núñez González
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Julian Assange camina libremente después de 12 años de un largo éxodo, encierro y encarcelamiento temporal en su batalla contra las autoridades estadounidenses, que buscaban encerrarlo de por vida, pues había filtrado millones de documentos que contradecían mentiras que el propio gobierno había tratado de hacer pasar como verdades. 

No se trata de un final feliz, pues para lograrlo Assange tuvo que declararse culpable en un caso que sólo alegra a los enemigos de la transparencia, pues es la primera vez que la ley de espionaje sanciona a un periodista por realizar una labor básica: publicar verdades incómodas para el gobierno.

Por su valentía para enfrentar al poder, Assange se convirtió en una figura icónica del periodismo, del hacktivismo y de la libertad de expresión, pues gracias a la construcción de su iniciativa WikiLeaks en 2006 le ofreció una plataforma a cualquier persona que quisiera hacer pública información oficial de los gobiernos que se estuviera escondiendo de la ciudadanía. Así es como Chelsea Manning, en ese entonces analista de inteligencia del ejército de Estados Unidos, pudo hacer públicos cientos de miles de documentos y cables diplomáticos que mostraban lo que realmente estaba pasando en la invasión de Irak y Afganistán, como masacres de civiles, o las torturas realizadas en la base de Guantánamo, en Cuba.

Al gobierno de Estados Unidos no le pareció muy aplaudible que información que consideraban de seguridad nacional estuviera a libre disposición del público y de ahí se desprendió la furibunda cacería que se lanzó contra Assange y quienes hubieran colaborado con él. En los archivos de WikiLeaks lo mismo pueden encontrarse videos que muestran cómo el ejército estadounidense fue responsable del asesinato de dos periodistas de Reuters desde un helicóptero hasta reportes detallados que describen reuniones del entonces candidato López Obrador para hablar de sus planes con la Embajada de Estados Unidos en enero de 2006.

Lo que Assange logró revolucionó el mundo del periodismo, pues en ese entonces todavía no eran comunes filtraciones públicas de grandes cantidades de documentos que permitieran a periodistas e investigadores de todo el mundo navegar en información útil para identificar a criminales, redes de corrupción, evidencias de mentiras oficiales y mucho más. Hoy conocemos Panama Papers, Bahama Leaks, Guacamaya Leaks y muchos más.

Sin embargo, resulta curioso que Assange también se convirtió en un estandarte de líderes que lo ensalzan como una figura heroica, pero que le dan la espalda a todo lo que representa y sólo lo utilizan como un afiche. El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, desde hace años ha aplaudido a Assange por documentar las verdades de un régimen corrupto, al mismo tiempo que ha perseguido y hasta despojado de su nacionalidad a miles de periodistas y ciudadanos que han tratado de alzar la voz ante los abusos de su dictadura. Igualmente, el gobierno mexicano ha usado la figura de Assange para parecer un defensor del derecho a la libertad de expresión y de prensa en el mundo, a la vez que ha lanzado la maquinaria del Estado contra sus críticos, ha permitido el asesinato de más periodistas que nunca y ha escondido cada vez más información detrás de la etiqueta de seguridad nacional, esa misma contra la que se rebeló Assange.