El abuso y la complicidad de Alice Munro

ANTINOMIAS

Antonio Fernández*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Antonio Fernández
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Parecía que la vida de Alice Munro, Premio Nobel de Literatura 2013, había transcurrido tranquila y únicamente dedicada a la escritura. Nadie pensaba que después de su muerte, sucedida el pasado 13 de mayo, alguna otra noticia iba a causar más revuelo que cuando recibió dicho premio. 

El pasado 7 de julio, Robin Skinner, hija de Alice Munro, reveló que su padrastro, Gerald Fremlin, abusó de ella cuando tenía 9 años, de lo cual le comentó a su papá y a sus hermanos mayores. Sin embargo, éstos callaron y permitieron que siguiera pasando las vacaciones en casa de su mamá y su padrastro. Pocos años después informaron a su madre, Alice Munro, de lo sucedido, provocando que corriera de la casa a su esposo, pero al poco tiempo regresó con él, bajo el argumento de que nadie podía interferir con su felicidad de pareja.

Después de la revelación se han generado diversas críticas, pero lo importante sería pensar primero en la víctima, una niña de nueve años, y que en ese momento había varios responsables; el primero de ellos, el abusador, quien fue denunciado hasta años después, y que las autoridades de Canadá fueron benévolas con él, pues cumplió su sentencia de dos años de prisión en casa.

Las personas responsables de no haber denunciado el abuso y que tenían la obligación moral y jurídica fueron sus padres, sobre todo la madre, cuya pareja era el violador, y que, sin embargo, lo perdonó, e, incluso, rehízo su vida a su lado, percibiendo a su hija más que una víctima como una competidora del deseo de su pareja.

Las principales críticas a la Premio Nobel son descalificar su literatura, cuya calidad no está en duda y no puede depender del destino moral de su autor. Sin embargo, es muy difícil desligar la vida del autor de su obra, parecería un absurdo que la mujer que se decía feminista permitió que su pareja violara a su hija menor y continuara a su lado.

También hay posturas menos críticas con la Premio Nobel, como las fundamentadas en la obra de Martha Nussbaum, quien argumenta que la víctima, cuando realiza una denuncia pública, tiene sus propios intereses, a los cuales denomina “vicios de la víctima”, que la protegen de responder a preguntas pertinentes, y muchas veces evita comprobar los hechos, así como el daño moral sufrido.

Por lo anterior, la propia Nussbaum, se hace varias preguntas respecto de la denuncia pública, como éstas: ¿qué tanto resarce el daño causado la denuncia pública?, ¿es una forma de aliviar el trauma?, ¿el desprestigio social del victimario tiene alguna retribución en la moral de la víctima?, ¿es un acto virtuoso de la víctima? Todas estas preguntas nos hacen reflexionar por qué de la denuncia pública hasta después de su muerte.

Por mi parte, considero que lo más importante es que en su momento no se haya denunciado y sentenciado al violador y a sus padres, por ser los responsables por omisión y encubrimiento del agresor. Sin embargo, el hecho que hasta después de muerta se le denuncie, puede tener dos efectos: el primero es un mensaje para que las jóvenes víctimas de abuso hoy en día se atrevan a denunciar a sus agresores, y el segundo es que la víctima aprovecha la fama de su madre para hacerse ella misma famosa tras la denuncia. Toda esta historia nos muestra cuántos tabúes e intereses existen para no denunciar a los abusadores.